Cuando la pelota se cae en la grieta

Publicado en www.huellas-suburbanas.info

La selección Argentina quiere ganar el mundial, el futbolero argentino medio quiere que Argentina gane el mundial, la obsesión por volver a dar la vuelta estará nuevamente más latente que nunca, igual que hace cuatro años (ocho y doce), cuando estuvimos a medio centímetro de que la pelota entrara y la copa volviera para nuestras tierras. Ahora bien, la magnitud de semejante evento, ¿logrará tapar la dura realidad social que vive nuestro país? ¿Es posible “despolitizar” al futbol?

Cada vez que se acerca el mundial el discurso que se impone desde los medios de comunicación y por ende desde una porción no menor de la sociedad es aquel que señala que, “cuando juega argentina estamos todos unidos”, o como se expresa desde hace unos años, “con la selección no hay grieta”, pero la constante insistencia con querer lograr “unir al país” no tiene su origen en el fútbol, sino que es algo que los distintos actores sociales vienen pregonando hace un rato largo ya y es por eso que el Gobierno actual, antes de llegar al poder, utilizo la existencia (histórica) de la grieta para diferenciarse del kirchnerismo, y para proponer así “unir a los argentinos”.

La unificación del país, sabemos ya, no es más que un lindo slogan utilizado por los sectores poderosos para dosificar al pueblo y evitar, así, grandes actos de protesta y de movilización popular. Y el fútbol actúa en este sentido al querer poner a todos bajo el mismo paraguas, ese que dice ser “argentino hasta la muerte” (hasta que la selección pierde), pero que se escandaliza cuando un 25 de mayo el pueblo, harto, sale a la calle y acusa a quienes asisten a la plaza de “politizar un día patrio”, como si hubiera algo menos político que la Revolución de Mayo. En fin…

El mundial (el fútbol en general) actúa como pantalla, lo sabemos, pero tampoco podemos castigarnos constantemente con la cruda realidad del país que conocemos y vivimos, por lo que no está mal un poco de entretenimiento deportivo. Se puede alentar a la selección sin caer en la obnubilación que les produce a algunos la Copa del mundo, pero el problema aquí es como el fútbol ha dejado, hace rato ya, de estar en los pies del pueblo para convertirse en un asqueroso y aberrante negocio de unos pocos que luego, en argentina, será utilizado con el argumento de querer “dejar de lado la grieta”. Frente a esto, nos parece importante recalcar que la grieta no es más que la clara contraposición de ideas e intereses totalmente antagónicos  y que es imposible la unificación con aquellos que ven a la Patria como un lugar para hacer negocios respecto a los que la sentimos como la fiel representación de “lo popular”, las grandes masas movilizadas en pos de un objetivo común que genere inclusión social por sobre todas las cosas.

La despolitización constante a la que se quiere someter a la sociedad no está ajena al fútbol, resultan más que ingenuos aquellos que buscan separar al gran deporte de la política. Si no que nos expliquen el Mundial del 78 y el 6 a 0 a Perú, o el triunfo Alemán en el 90 post caída del Muro de Berlín, o el Mundial que ganó Italia en 1934, en donde el fascismo manchó la pelota, o la eterna pelea del Diego con el poder corrupto y mafioso de la FIFA, que se ve representada en Estados Unidos 94, y así podemos seguir, vinculando constantemente a la política con el fútbol y el deporte en general. Y en este mundo, en donde reinan los negocios financieros, no relacionar todos estos factores que se vienen mencionando, en Argentina y en el resto del planeta tierra, parece inevitable y hasta cómplice. La falsa unión nacional, los manejos del poder, distintos mundiales que tuvieron resultados más que sospechados, y un largo etcétera que engloba al deporte más maravilloso con el mayor arrastre popular, junto a los negociados más oscuros del poder.

Este mundial no será uno más, sino que puede ser, quizás, la última chance de ver a Messi con la copa entre sus brazos. De ocurrir esto, vendrá detrás “la alegría de un país entero”. No señores, la alegría de un país entero ocurrirá cuando se dejen de cometer las injusticias sociales que acechan a las mayorías, que ya ni del fútbol pueden disfrutar y que encima deben soportar el falso patriotismo de aquellos que se les ríen en la cara día a día.

Algún día, la pelota volverá a descansar bajo la suela del pueblo, ese que unido jamás será vencido.

 

Alejo Spinosa

@AleLVP

Lula es más grande que Pelé

La historia está pasando delante nuestro, la historia grande de nuestra querida (y golpeada) Latinoamericana es escribe delante de nuestros ojos. La tensión que se vive en Brasil actualmente marca un quiebre del andar político de las tierras del sur. Lula resiste el golpe judicial que se inició con la destitución de Dilma hace poco menos de dos años y que culmina con su encarcelamiento, ya que se entregó, previo aviso en un discurso esta tarde, en San Pablo.  Pero si bien pareciera cerrarse el vergonzoso proceso judicial llevado adelante por el revanchista juez Sergio Moro (quien, sabemos, condenó sin pruebas a Lula), la lucha llevada adelante por el pueblo brasileño parecería ser un capítulo que difícilmente culmine aún con Lula preso. Y es esto último a lo que nos vamos a referir en esta nota, que busca, si se quiere, mirar la parte medio llena del vaso, sin medias tintas y sin titubear, marcando claramente de que lado estamos. Ya conocemos y repudiamos el accionar del poder judicial en este tiempo en Brasil (y en buena parte de nuestra región), pero lo que nos interesa destacar ahora es como Lula canalizó todo el odio que le impusieron los medios, la justicia y parte de la sociedad para fortalecerse en su «casa política», el Sindicato de Obreros Metalúrgicos de Sao bernardo do campo, el lugar que lo vio nacer como político, en donde fue detenido por la Dictadura en 1980 y de donde fue llevado hoy en andas tras haberse encontrado rodeado de miles de personas para entregarse a la policía, en una clara muestra de querer evitar el derramamiento de sangre. Moro quedó reducido a un juez servil al poder real, mientras que Lula sigue agigantando su figura, la cual quedará en la historia.

En Argentina el constante paralelismo que surge de lo ocurrido en Brasil es el de «Lula necesita un 17 de octubre», y así fue, Lula tuvo, en este caso, su 6 y 7 de abril. Porque no fue una, sino dos jornadas en donde la vigilia del pueblo se hizo presente en el sindicato de los metalúrgicos. El líder petista habló, como le gusta decir, a través de la gente. Lxs trabajadorxs, lxs negrxs  lxs estudiantxs y lxs pobrxs, todxs juntxs, parecerían haberle dicho a Mor «que lo vengan a buscar», luego de que cumpliera el plazo de las 17 horas dispuesto por el Juez. Y claro, la policía no quería cargar con las consecuencias que podría traer ir a buscar al gran protagonista en medio de una multitud dispuesta a resistir como sea. Lula esto lo sabía,y por eso tomó la decisión de permanecer en su lugar en el mundo. Su objetivo queda claro, no se iba a entregar solo, derrotado y con la cabeza gacha, había que mostrar el apoyo popular que él y el PT aún conservan, y que es el que le daría a Lula la presidencia de ser hoy las elecciones. La gente se hizo sentir al grito de «Lula guerrero, del pueblo brasilero» y es que no quedan dudas de que es así, porque no le perdonan que haya sacado a millones y millones de brasileños de la pobreza, que les haya permitido comer tres veces por día, que haya creado universidades un dirigente que no terminó ni siquiera la escuela primaria, que haya redistribuido la riqueza de la manera que lo hizo, esas son los «delitos» que cometió Lula. Si sabremos acá que enfrentar al poder tiene costos (al margen de errores propios), en Brasil la concentración mediático-judicial es mucho peor que aquí, y la polarización se siente aún más.

La fuerza del pueblo minimizó a todo el conglomerado del poder que se vio molesto por los años de gobiernos populares de centro-izquierda. Lula ya ganó (imposible no acordarse de Marga), ya mostró todo su capital político y no quedan dudas que el proceso judicial que él vive en la actualidad tiene como único objetivo sacarlo de la carrera electoral, y esto se verifica cuando el Juez Moro lo condena porque tiene la «convicción» de que Lula cometió hechos de corrupción. Una vez más, quedó demostrado que, ante la escasez de dirigentes capaz de mostrarse como alternativa en el PT, el que habló fue el pueblo, las calles ardieron y Lula ya no irá a la cárcel mirando al piso, sino que levantará el cuello y, erguido, se presentará ante quien sea que tenga que presentarse. El calor surge de abajo y la incertidumbre en la que vive Brasil se transforma, por un momento, en alegría y resistencia.

Algo de lo que no debemos olvidarnos es que, previo a la sentencia del Supremo tribunal de justicia, las Fuerzas armadas de Brasil hablaron de un «derramamiento de sangre» si Lula no iba preso. La ultraderecha fascista se hace presente y juega también un rol que, verdaderamente, da miedo. Y encima, se ve representada (aunque no con chances reales de triunfar, esperemos) por un ex-militar llamado Jair Bolsonaro, del cual preferimos omitir sus nefastas declaraciones. El escenario mundial se empieza a tornar cada vez más fascista, con la aparición de Trump, Le Pen (quien no llegó a triunfar) y la para nada despreciable cantidad de votos que sumó la derecha nazi en Alemania. En Brasil, ante la dificultad del establishment de encontrar un candidato liberal de centro-derecha la figura de Bolsonaro parece aglutinar una parte considerable de los votos de la oposición a Lula. El asesinato de Marielle Franco hace unas semanas ejemplifica como el marco se torna cada vez más violento en Latinoamérica y quizás por eso Lula haya desistido de aguantar como sea la embestida judicial, para evitar más violencia en un contexto violento. Pero claro, antes de presentarse a la policía había que mostrar todo el apoyo que aún conserva.

Lula será leyenda, Lula ya es leyenda. Probablemente no pueda ser candidato y tenga que designar a alguien de su confianza, tal como hizo con Dilma allá por el 2010, pero lo ocurrido en estas jornadas quedará en la historia de Latinoamericana y mundial. Ese «viejito tierno» que hace unos años era aplaudido por Clarín y felicitado por Obama, el cual lo elegía como «su Presidente», hoy es demonizado por el poder que antes lo aplaudía. Claro está, incomodar al poder se paga y como, pero ante esto, está la resistencia. Quizás suene exagerado decir que Brasil ya tiene su Perón, pero claro, nos gusta exagerar un poquito y aunque los manuales digan que hay que ser «sutiles» a la hora de emitir opiniones, en este contexto no podemos ser ni sutiles ni moderados (lease tibios). El momento nos obliga a plantar posición, tal cual se plantaron los miles de companheros ayer y hoy. Estamos de este lado de la grieta, del lado de Lula, de la resistencia, de la lucha y del lado que no nos deja bajar los brazos. ¿Quién dijo que todo está perdido?

Por todo esto y mucho más, Lula ya es gigante, Lula ya es más grande que Pelé.

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Alejo Spinosa

@AleLVP

La insustancialidad para tapar el desastre

El calendario político en el 2018 parecía inaugurarse con un fuerte conflicto social luego de lo ocurrido en las jornadas del 14 y 18 de diciembre en el marco del debate acerca de la tan mencionada Reforma previsional. Lo cierto, es que la muestra de rechazo al Gobierno llegó producto de una avanzada brutal contra el sindicalismo argentino opositor, más precisamente contra la familia Moyano. Justamente, fue Hugo Moyano quien reunió a su tropa y mostró el poderío que aún conserva en el ámbito sindical, con el apoyo, más que importante, de las dos CTA, los bancarios y la CTEP junto a los movimientos sociales. Pero parece haber quedado muy lejos aquel 21 de febrero en donde se pintaba un escenario apocalíptico para el Gobierno y sus aliados. Hoy, casi a fines de marzo, no parece haber una respuesta consistente de la dirigencia opositora al dañino ajuste que se impone sobre la clase trabajadora, ni tampoco un reclamo sólido frente al encarcelamiento ridículo, que va por fuera de cualquier Estado de derecho, de dirigentes opositores (aunque recién ahora se empiece a observar como una parte de la justicia actúa con un poco de coherencia). Quizás lo más parecido a una demostración de férrea oposición al Gobierno es la seguidilla de reuniones de diversos espacios que simbolizan la famosa «rosca» en el peronismo pero que no van más allá de reuniones y proyectos futuros que aún están verdes. Es cierto que no se puede ir como un necio a pelearse con todos porque sería una clara muestra de la carencia de visión política, pero lo que se observa actualmente es que Cambiemos ha logrado instalar la «insustancialidad», la cual es la mejor arma que puede tener el Gobierno para mantenerse en el poder, al estilo de Menem en la década de los 90´.

Ahora bien, ¿puede llegar a haber una unidad con posibilidad de éxito en el 2019 por parte del peronismo? Si, claro, de hecho el acercamiento entre sectores en los cuales estalló la crisis interna post derrota del 2015 es más que importante. Desde una parte del kirchnerismo duro pareciera existir un acto de autocrítica frente a como actuaron el año pasado en las Elecciones legislativas, y esto lo observamos cuando, por ejemplo, Agustín Rossi habla de la necesidad de ir a unas PASO y confluir todos en un mismo espacio, a pesar de las conocidas diferencias. Es decir, las idas y vueltas que se puedan llegar a tener desde la oposición (el peronismo, específicamente) estarán enmarcadas dentro de un proceso de unidad al que cada vez más dirigentes, con una respetable representatividad, apuntan y ven como la única opción para ganarle a Macri. Sin embargo, queda claro que el Presidente (por ahora), Larreta y Vidal parecieran decididos a ir por la reelección y cuentan con suficientes herramientas para concretar lo que se llamó el «Plan perdurar». Analicemos una de ellas. La insustancialidad.

Cuando hablamos de «apolítica», o «distracción», estamos hablando de lo mismo, y es del mantenimiento de un status quo de la población que se muestra molesta por la situación económica, pero que se resigna y no parece mostrar demasiadas motivaciones en querer «cambiar la cosa», por lo menos hasta que «la cosa» estalle. Es decir, Cambiemos buscará mantener a la sociedad adormecida, centrada en el «todo son lo mismo» para asegurarse ese , más que importante, porcentaje de votos fluctuante que define una elección, sabiendo que mantiene su núcleo duro, y que tiene otra parte absolutamente en contra. ¿Como logra esto el Gobierno? Simple. Por un lado, los medios de comunicación seguirán haciendo lo que vienen haciendo hasta ahora, es decir, ocultar, distraer y mentir para tapar la realidad. Por otro lado, Macri se encargará de mantener la situación económica «al borde de…» pero sin que esta estalle nunca. Esto último, parece lo más complicado en un contexto absolutamente desfavorable para la economía argentina de las mayorías, y, ahora también, de una parte del empresariado que muestra su descontento.

Pero, mientras Cambiemos apela a la insustancialidad, ocurren cosas terribles que no manifiestan una indignación general que pueda llegar a incomodar al Gobierno, más bien todo lo contrario. Estamos hablando del asesinato Facundo Ferreira, el niño de doce años que fue otra victima del gatillo fácil en Tucúman. También podemos mencionar los turbios manejos respecto a la investigación de lo sucedido con el ARA San Juan y el constante ninguneo a los familiares de las víctimas, o quizás, la absurda discusión respecto a la pena de muerte. En fin, las reiteradas discusiones que aparecen en la agenda pública, algunas son realmente tenebrosas , no solo que al Gobierno no le afectan demasiado, sino que (comentan los que saben) se utilizan para distraer a la opinión pública, evitando que esta discuta la cuestión económica. Y, es justamente el peronismo, quien busca debatir la economía porque es de ahí de donde va a sacar los votos, de los decepcionados que la están pasando mal. Ahora, ¿puede el Gobierno mantenerse en el poder con una imagen negativa y una situación económica preocupante? Si, de hecho eso es lo que va a buscar con la insustancialidad.

Se sabe, Menem gobernó diez años en medio de un descreimiento total de la política como una herramienta para y del pueblo. Macri buscará hacer lo mismo mientras el contexto económico le permita maniobrar y prometer «un futuro mejor», uno de los eslogan preferidos del Gobierno, el prometimiento constante de que todo va a estar mejor en un futuro (estamos mal pero vamos bien). Frente a esto, Luis Gioja (Presidente del PJ Nacional y uno de los encargados de reorganizar a la oposición) fue claro y contundente al señalar que «estamos mal y vamos peor». Y ahí esta la clave del peronismo opositor, apuntar los cañones a la situación económica y, junto con un sector del sindicalismo que también parece mostrar gestos de unidad, salir a la calle a exponer el descontentos social.

Queda claro como querrá actuar el Gobierno de Macri en estos dos años que le quedan, neutralizando toda clase de expresión de enojo de la clase media, prometiendo mejoras futuras y, lo más importante, despolitizando todo tipo de conflicto existente. Y esto último, es la esencia de este Gobierno que muchos han decidido llamar «de ricos para ricos» y otros tantos «de Ceos». Sin embargo, en esa «apolítica» predominante que contiene discursos vacíos se encuentra una politización enorme, y hacia allí quiere ir Cambiemos para, con el viento a favor, tener chances de reales de confirmar su habilidad en el manejo de la realidad política argentina (por más que muchos los sigan subestimando) y ganar la elección, estableciendo un plan a largo plazo que provoque las desigualdades que el neoliberalismo necesita para tener éxito. Será todo un desafío para el peronismo frenar esta avanzada de derecha que se ha mostrado más que eficiente a la hora de recolectar votos.

Alejo Spinosa

@AleLVP

 

 

Tudo mal, tudo ilegal

“Ellos pueden apresar a Lula pero no pueden apresar el sueño de libertad ni la esperanza” Esas eran las palabras del ex dirigente sindical, tornero mecánico, Presidente re-electo de Brasil. Luiz Inácio Lula Da silva, o simplemente «Lula», quien lleva consigo la impronta de ser quien lideró una transformación ejemplar en el Brasil de la última década. Un Brasil que, como la mayoría de los país de Latinoamérica, fue víctima de la oscura época neoliberal que dejó un continente devastado y a merced de lo que demandaban los organismos internacionales ligados al capital financiero.

Y fue Lula nomás, quien sacó a mas de treinta millones de hermanos brasileños de la pobreza, su Gobierno se encargó de enfrentar a los más poderosos y de levantar bien alto la bandera de los más humildes. Son sus ideas, sus formas de gobierno y las políticas implementadas lo que lo llevó a tener que lidiar con la injusticia brasileña. Pero no es su figura expresamente a la que debemos abocarnos en estos momentos (gran problema, acudir a los personalismos casi siempre), sino al pueblo de Brasil, ese que viene sufriendo hace casi dos años la restauración neoliberal llevada adelante por el Presidente Temer, el mismo que casi no tiene apoyo en la sociedad brasileña pero que consiguió llegar al poder mediante un proceso judicial que se llevó puesta a la Democracia de Brasil y que terminó con el Gobierno de Dilma, votada por 54 millones de personas.

Es entonces, este pueblo es el que sufre la coyuntura brasileña, el que sufre la reforma laboral de Temer, pero es el que votó dos veces a Lula, dos veces a Dilma y el que votaría nuevamente al ex-presidente, candidato del PT, en caso de tener que ir a las urnas hoy. Y es por eso que a Lula lo condenan, porque saben que, pese al constante bombardeo mediático de la red «O Globo», todavía mantiene un apoyo enorme que le permitiría instaurar, por tercera vez con su nombre, un Gobierno que le devuelva la dignidad a las mayorías en Brasil. La justicia, la gran cantidad de dirigentes de derecha (que también cuentan con un núcleo bastante nutrido de votantes) y los medios harán lo imposible por mantener un Gobierno de características similares al actual que, se sabe, se cae a pedazos y solo resiste por el sostén que aún deben darle los sectores previamente mencionados.

El eterno problema

En lo que refiere a la manera de construcción política que han adoptado los diversos lideres de lo que se conoció como «la Patria grande» podemos encontrar un denominador común que es la escasa aparición de  nombres para la sucesión de estos referentes, y las consecuencias que ello ha traído. Así como Cristina no supo construir una alternativa confiable y solida para continuar con, lo que aquí se denominó, «el proyecto», tampoco lo supieron hacer los dirigentes del PT en Brasil. ni siquiera ocurrió en Ecuador, donde Lenin Moreno resultó ser una profunda decepción para el pueblo ecuatoriano o en Bolivia donde se depende pura y exclusivamente de que Evo pueda volver a encabezar un cuarto mandato.  Porque, y teniendo en cuenta siempre el horror del fallo que condena al ex Presidente, una de las opciones que se consideraban era la de «transferir» el voluptuoso caudal de votos que Lula posee hacía otro candidato. El problema, es que ese «otro» hoy no existe. Por supuesto que Lula debería poder presentarse el próximo 7 de octubre porque no se ha encontrado una sola prueba real y concreta que lo ligue al delito del cual se lo acusa, pero también es cierto que ante la imposibilidad casi confirmada de que esto suceda, el PT no cuenta con otro nombre fuerte que pueda transmitir la confianza que si tiene Lula da Silva. Entonces, vale la pena preguntarse ¿Cuál es la verdadera razón por la cual los líderes nacionales, populares y progresistas de la última década no pueden mantener su proyecto de país más allá de cierto tiempo? ¿Falta de apertura hacia otros sectores? ¿Personalismos? ¿Agotamiento? ¿Escasez de dirigentes? De todas maneras, focalizar la atención pura y exclusivamente en este punto, sería totalmente desacertado cuando se está viviendo un atropello gigantesco hacia la justicia y el estado de derecho en gran parte de nuestro continente.

Nos encontramos ante un panorama notoriamente adverso para el pueblo brasileño, aunque sabemos que la derecha allí se sostiene como puede, ya sin el impulso que tuvo en su momento cuando fue necesario un armado conjunto de varios grupos para sacar del camino a Dilma. Es decir, el poder lo siguen teniendo pero, claro está, que están poniendo todo lo que tienen para proscribir a Lula porque no hay dudas de que, hoy, nadie puede disputarle una contienda electoral. Incómodo sería, llegar a la instancia de tener que suspender una elección inmediatamente después de que esta muestre sus resultados.

Lula y su gente la van a tener que remar y mucho para llegar a octubre, pero ya él dijo que está dispuesto a hacerlo, y eso es una señal, porque si Lula juega, juega el pueblo y, por ende, el camino del retorno a épocas más felices será todavía posible.

Lo que queda claro, más que nunca, es que sin Lula es fraude.

Alejo Spinosa

@AleLVP

 

La hora de todos

Callejeros decía «que no se quede mi pueblo dormido», en Brasil circulan afiches con la frase «lute como uma argentina», la dirigencia recurre constantemente a la «masiva movilización popular», y así podemos estar enumerando y describiendo ejemplos en donde el salir a la calle se convierte en la herramienta fundamental de lucha y resistencia a la opresión del pueblo y la quita constante de derechos adquiridos a lo largo de la historia. El 2017 terminó en las calles y el 2018 no parece cambiar el rumbo. Se viene la reforma laboral, ¿se tratará en el Congreso? El Gobierno quiere evitar las miles de personas en las calles, quiere aprobar la ley sin mucho movimiento. Bueno, queda claro que eso va a ser imposible. Quedó demostrado que perdieron el debate público tras la aprobación de la reforma previsional. Nos dejaron heridos después de otro diciembre con balas y gases. Pero atentos, que la última lucha que se pierde es la que se abandona.

La gente corre, los gases abundan y los palos se reparten al revoleo sin cesar. El 18 de diciembre termina con los diputados debatiendo y con el pueblo resistiendo. Te la dieron en el Congreso, pero vos saliste de nuevo, cacerola en mano, queriendo evocar a las épocas más terribles de nuestro país (ojo que no es lo mismo, cuidado), atrás tenés un jubilado que las pasó bravas, que recién se puedo reacomodar en los últimos años pero que otra vez le están robando, otra vez le están diciendo «tomá, arreglate con esto y no me jodas». Si hay algo que sabe este pueblo es joder, molestar y quejarse. Podremos tener diferencias sobre la clase media, porque claro, los mismos que caceroleaban porque no podían comprar dólares ahora salen por los viejos, pero mejor evitemos rencores y objeciones en este momento en que «la lucha es una sola», pero en serio.

Mirá, a vos te cuento que ahora el Gobierno va por los laburantes, por vos claro-Seguramente dirás «no, a mi no me van a tocar». Bueno, la incertidumbre es tan grande como la República Argentina y entrás ahí eh, ¿vos y cuantos más? Hacete la pregunta. Seguramente seas de esos que sale cuando la cosa está brava en serio, porque si no te jode a vos ¿para que vas a salir? Claro lógico, bueno, no tan lógico… pero no importa. Si nunca le diste bola al sindicato porque son «todos mafiosos» dejame decirte que vayas preguntandole a tu delegado si sabe algo de la reforma laboral porque te la dan otra vez, y ahí si que te quiero ver pidiéndole a tu jefe el aguinaldo, las licencias y toda esa cosa «populista», ¡»minga!»» te va a decir.

¿Y vos? Ah si, vos estás curtido en esta ya. Te marchaste la vida, te cagaron a palo y la peleaste siempre. En el 2001 cantaste «que se vayan todos» junto al que no le interesa nada la política pero le afanaron los ahorros y ahí si salió, ahora sos de los que pide «unidad de los trabajadores» y, si, al de al lado que no le importa nada le decís «se jode, se jode». Vos y tus compañeros son los que llevan la bandera y buscan las cañas en las calles, los que saben de bancar la parada en las malas y los que van a hacer lo imposible por frenar la reforma laboral que más que reforma es el ajuste al servicio del FMI. Vos estás al tanto de todo, te enteraste que Macri firmó un decreto XXL que es la previa de esta medida, entre otras cosas. Acompañaste al sindicato siempre, venís de familia peronista (o no, quizás esto ahora no tenga tanta relevancia) y toda la vida fuiste un laburante que levantó las banderas de la dignidad. Te toca, una vez más, calentar la garganta y gritar bien fuerte por todas las injusticias cometidas contra el pueblo trabajador, ese mismo al que acusan de «vago» por cortar rutar o hacer piquetes. Te toca demostrar que esa insustancial frase que dice «la Argentina se levanta trabajando, no cortando calles» es la justificación plena del que no se mueve ni para ir a votar en las elecciones del sindicato, que así, con esa apatía monumental no se consiguió nunca nada y solo sirvió para ratificar un conformismo del país estándar que nos quieren imponer. Te toca la más difícil, pero te vamos a acompañar, a vos y a tus compañeros.

En definitiva, seas un laburante comprometido con la lucha de la justicia social, o seas un «clasemediero» (si se me permite el término) desinteresado y condescendiente con el poder de turno esta reforma más que tocarte va a darte una buena trompada. Porque atenta contra un espacio de pertenencia y de comunidad enorme como es el laburo, cualquiera, el que sea. Los que nunca salieron a la calle y salieron con el discurso simplificado del «son todos iguales» ahora van a tener que salir, a juntarse con los «negros que comen choripán» porque, por más que no les guste, están más cerca de ellos que de Macri, Bullrich o Rodriguez Larreta.

Es la hora de todos, con los sindicatos (los que estarán en la calle, obviamente) como conductores y con los laburantes detrás pidiendo por la unidad y dando el significado de lo que llamamos «dignidad». Será cuestión de volver a hacerle sentir al Gobierno de Macri y los suyos que hay un pueblo de pie, que no está dispuesto a pagar la fiesta de algunos mientras le roban sus derechos que se consiguieron con palazos y balas detrás.

Alejo Spinosa

@AleLVP

Palo y a la bolsa

Otro diciembre agitado para la Argentina, muy lejos, por suerte, de aquel apocalíptico 2001, más allá de la similitud de las fechas y el intento constante de comparación de algunos medios con aquellas jornadas imborrables para la memoria de muchos. Pero no podemos negar y pasar por alto que lo que sucedió entre los 18 y 19 de diciembre pasados marca un punto de inflexión en el Gobierno de Mauricio Macri. Pasemos, entonces, a desglosar punto por punto los hechos más significativos de estas jornadas que marcan, también un punto de partida más que interesante para los dos años restantes de la gestión de Cambiemos.

Un rechazo más que rotundo

Macri se mostró más que envalentonado cuando, luego de salir victorioso en las elecciones legislativas, salió a anunciar este paquete de múltiples reformas que, entre ellas, incluía la previsional que generó un repudio enorme desde todos los actores sociales. Este empoderamiento que el Gobierno mostró se trasladó a lo que luego sucedió en la calle el pasado jueves 14, cuando la Gendarmería llevó adelante una represión brutal que culminó con  diputados heridos, decenas de detenidos y varios heridos con balas de goma, gases lacrimógenos y gas pimienta. La falta de quórum de Cambiemos fue clave para que la sesión se postergase y lleguemos a lo que sucedió el pasado lunes.

Entradas las dos de la tarde, cuando la cámara de Diputados se disponía a tratar esta reforma totalmente dañina para los jubilados, beneficiarios de AUH y veteranos de Malvinas, un grupo de personas presentes en el Congreso comenzó a arrojar piedras hacia la policía de la ciudad, lo que derivó en una batalla campal que se llevó todas las cámaras de la televisión. Otra vez, mientras había cientos de miles de agrupaciones y manifestantes llevando adelante una marcha que mostraba el completo rechazo a la reforma previsional, los medios de comunicación apuntaban hacia el grupo de «manifestantes violentos». Como era de suponer, aparecieron fotos luego, que mostraban a los mismos que iniciaron los incidentes, llevándose gente detenida. Es decir, el Gobierno preparó nuevamente el terreno para hacer parecer la multitudinaria marcha como un ataque a las «fuerzas del orden» provocado por, obviamente, el Kirchnerismo sumado al Frente Renovador (el mismo que acompañó varias veces a Cambiemos) y la izquierda, que quisieron desestabilizar a un Gobierno democrático evocando al 2001.  Esto reflejaban Clarín, La Nación, Morales Solá y Silvia Mercado.ClarinLN1SM1MS1Ms2

Los medios oficialistas, nuevamente, fueron claves en el proceso de ocultamiento de lo que realmente pasa. Porque, mientras ellos despotricaban contra el Kirchnerismo y el trotskismo una multitud salió a las calles a rechazar este verdadero robo a los jubilados, primero fueron movilizaciones que se dieron durante la tarde y que culminaron con heridos de gravedad que nada tuvieron que ver con los incidentes iniciales. Luego, ya entrado el debate en diputados, aparecieron los famosos «cacerolazos» en todos los puntos de la Ciudad de Buenos Aires (la misma que le dio un triunfo aplastante a Carrió hace dos meses) y alrededores. Si, nuevamente la clase media sale a la calle cuando le tocan sus derechos. Por eso decimos que lo que sucedió cobra una importancia aún mayor, porque hubo una desaprobación proveniente desde todos los sectores al ver realmente de que se trataba este ajuste disfrazado de reforma. De hecho, periodistas como Lanata manifestaron que el Gobierno «abusa de su poder».

Observamos, entonces, un apuro notorio del Gobierno en sancionar todas las leyes que incluyen este ajuste feroz para mostrarle tanto al FMI como al Banco Mundial, organismos que formaron parte del conjunto de causas que desató luego el estallido social del 2001, que Argentina se dispone a cumplir con lo que ellos dictan. Para ello, el ejecutivo nos hizo creer que esto «iba a estallar» si no se modificaba la fórmula que determina cuanto ganarán los jubilados y que era necesario llevar adelante estas reformas con el objetivo de tener un Estado que «controle el gasto para reducir el déficit». Bien, en términos económicos sonará muy lindo esto de reducir el déficit fiscal, pero no hay dudas de que esto ya se vivió aquí en la Argentina y fue este mismo discurso el que llevó a nuestro país a una pobreza de más del 50% hace poco más de quince años. Si quieren reducir el déficit, lo pueden hacer restableciendo las retenciones a los grandes sectores exportadores y no robándole a los más desprotegidos, quienes ya sufrieron bastante con los aumentos que se produjeron en estos años. Estos, fueron ignorados por el Gobierno cuando, en medio del debate en la Cámara de diputados, se realizaban múltiples movilizaciones que mostraban el descontento popular hacia este brutal ajuste.

La actitud de la oposición

Así como fue más que importante la serie de movilizaciones que se generaron en rechazo a la reforma previsional, también hay que destacar el papel que jugaron los bloques opositores en el Congreso para fundamentar y poner en claro cual era el verdarero objetivo de esta ley. Más allá de que se haya aprobado el proyecto impulsado por el Gobierno, fue más que relevante el gesto de unidad de todos aquellos bloques que se definen como opositores. Quizás llegó el momento, pasada la mitad de gestión de Macri, de confluir en la finalidad que deben tener aquellos dirigentes que rechazan este modelo económico, social y político para poder construir una alternativa sólida y confiable que sea opción de Gobierno de aquí a dos años. Existen diferencias, claro, pero estas pasan a estar al margen cuando se trata de mostrar el desacuerdo hacia un proyecto de ley totalmente nocivo para con los jubilados, y son estas diferencias las que deben ayudar a generar consensos para rearmarse y sellar un acuerdo que, reiteramos, pueda tener chances electorales.

Quizás lo más novedoso sea la relación que ahora llevan adelante los bloques del Frente para la Victoria y el Frente Renovador, este último ya sin su máximo referente político, Sergio Massa y con una serie de diputados que se muestran mucho más opositores al Gobierno. Sabemos, que para lograr frenar ciertas medidas económicas que resultan impopulares para el conjunto de la sociedad argentina, se necesita unidad en todos los ámbitos. Y uno de ellos es el Congreso, el órgano institucional con mayor capacidad para lograr evitar que avancen estas medidas. Por eso es necesario que todos aquellos dirigentes que integren el poder legislativo y sean partidarios de la defensa de las mayorías generen una cohesión que luego se traduzca en el plano legislativo, porque, si bien la reforma previsional logró la mayoría de votos necesarios para ser aprobada, hubo 117 diputados que se opusieron y dieron sus argumentos, justo lo que le faltó al oficialismo para explicar las virtudes de esta ley, ya que solo se destinó a comparar la nueva fórmula con la que existía durante el Gobierno anterior. Esta falta de explicación sobre los objetivos que traía consigo la reforma previsional se vio expuesta a lo largo de la sesión, ya que, salvo un comunicado más que extenso leído por el diputado Amadeo, no hubo casi intervenciones de los diputados que acompañaron el ajuste. Esto demuestra también, lo indefendible de esta ley.

Aprietes y votos

Pero el oficialismo no logró los votos en soledad, sino que necesitó del acompañamiento de un grupo de diputados del interior que son aquellos que responden a lo que los Gobernadores les dicen. Estos, pueden verse como cómplices del ajuste también, ya que firmaron un acuerdo impuesto por el Gobierno Nacional que incluía todo este tipo de reformas. Aunque, vale aclarar, el mensaje que manifestó la Presidencia fue claro. «Si quieren plata, firmen al acuerdo y díganle a sus diputados que nos acompañen». De esta manera, el Gobierno apretó a quienes encabezan la gestión ejecutiva en las Provincias del interior. Otra vez, queda demostrado el nivel de apuro de Macri en sancionar este paquete de leyes lo antes posible.

Aquellos diputados que se manifestaron como «opositores responsables», lejos estuvieron de cumplir con la condición de opositores cuando levantaron la mano para votar a favor de esta reforma.

El Gobierno logró su objetivo, pero para ello debió pagar una serie de costos políticos con los que deberá lidiar de acá al 2019. Uno es el de haber despertado a la oposición, parte de ella que acompañó al oficialismo en los dos años anteriores y el otro, es el de tener a la gente en la calle manifestándose y repudiando, cada vez más, el plan económico llevado a cabo. La respuesta a esto último no es otra que las balas, los gases y los palos. Cambiemos está decidido a avanzar con el ajuste y, para ello, requiere de las fuerzas de seguridad reprimiendo al pueblo que, otra vez, es quien sufre las políticas implementadas.

Alejo Spinosa

@AleLVP

 

La Patagonia devastada, el Estado asesino

Que pesada se puso la mano, ahora sí, el Gobierno mostró los dientes más que nunca. Acá, en Buenos Aires, marchamos y reclamamos contra la triple reforma, allá, en el sur, se continúa con una cacería Mapuche cada vez que estos salen a pedir algo que parece increíble que se está reclamando en el Siglo XXI, y son las tierras, nada más y nada menos, al igual que en el Norte y otros puntos del país que poca difusión y visibilización tienen. Las Comunidades indígenas rara vez fueron reconocidas como deben serlo en los últimos años, pero lo que se está viviendo ahora no tiene precedentes en la historia reciente, y de nada sirvió la prorrogación de de la ley que suspende el desalojo de tierras indígenas. El Gobierno de Macri, aliado de Benetton, Lewis y otros, está llevando adelante un proceso de persecución y humillación voraz frente a la comunidad Mapuche. La primer víctima fue Santiago Maldonado, que sin ser de la Comunidad, fue a solidarizarse con un un reclamo y terminó ahogado en el río tras un operativo ilegal de represión de la Gendarmería Nacional. Luego siguió Rafael Nahuel, un pibe de tan solo veintidós años que practicaba diferentes oficios junto a la comunidad, además de brindar ayuda social en las zonas más pobres de Bariloche. Fue baleado por atrás, por la Prefectura Nacional en el medio de otra represión y persecución a los Mapuches, esta vez en Villa Mascardi y el mismo día que fue velado Santiago Maldonado. No era un violento, o un delincuente como quisieron imponer, cuando no, los medios hegemónicos de comunicación.

El Gobierno intenta, entonces, con su poderosa maquinaria (des)informativa (sumado a un pensamiento bastante desagradable de una parte de la sociedad argentina) generar un proceso de acostumbramiento y de poco interés ante cada represión producida por alguna fuerza de Seguridad. La idea de «enfrentamiento» se reproduce cada vez que ocurre algún hecho de estos, se quiere poner en igualdad de condiciones a los Mapuches con palos, martillos y cuchillos frente a la Gendarmería o a la Prefectura, con armas de fuego y balas de plomo. Este proceso de nivelación de ambos actores sociales nos recuerda a la nefasta teoría de los dos demonios defendida por funcionarios actuales en cada 24 de marzo. Las caras visibles de estos hechos suelen ser Macri, Garavano y la ministra de inseguridad, Patricia Bullrich, ex montonera y ahora una responsable política de la muerte de Santiago y de Rafael. El Sur se encuentra plenamente militarizado y el Gobierno genera miedo constantemente apuntando hacia las Comunidades indígenas, cuando lo que realmente nos genera temor es el accionar ilimitado de los efectivos policiales. Mientras, vemos imágenes y vídeos de los Mapuches llorando desesperados frente a cada ataque proveniente desde el Estado, los hechos nos resultan indignantes y se contradicen severamente con los  supuestos valores democráticos que instaló el Gobierno «del «cambio hace casi dos años.

Otro punto importante para destacar es la búsqueda y construcción de los Gobiernos de derecha de un enemigo interno, que en este caso son los Mapuches, identificados peyorativamente como «la RAM», y definidos como «grupos violentos que no quieren cumplir la ley», si, Macri y compañía se jactan de poseer valores republicanos cuando mandan a las Fuerzas de Seguridad a reprimir ilegalmente a una comunidad de no más de cien personas, mientras construye, junto a sus medios amigos, esta demonización de los pueblos indígenas, la representación más digna de la lucha por la soberanía y el respeto a las distintas culturas. La derecha necesita de un enemigo, lo fomenta y busca defenestrarlo con la ayuda de los poderes que ya conocemos. Mientras Bullrich se preocupa por si es legal o no cortar una ruta para reclamar por las tierras que a ellos les pertenecen, este Gobierno carga con dos muertos a manos de las Fuerzas de seguridad del Estado Nacional. Y a esto se le suma lo más aberrante y repudiable que podamos ver en estos momentos, y es la justificación de estos asesinatos, pero atentos, porque, si bien se dan en las redes por aquellos a quienes les pagan para decir semejantes barbaridades (comúnmente conocidos como «trolls») este pensamiento refleja una porción no menor de la ciudadanía argentina.

Tampoco podemos dejar de mencionar la falta de información y la poca pluralidad de voces existentes en los medios, por lo menos en la televisión. Quienes nos interesamos en estas cuestiones y buscamos, por motu propio, la manera de informarnos y queremos conocer la otra cara de la realidad podemos debatir y analizar estas cuestiones en profundidad. Pero aquellos que prenden la tele y ven exactamente lo mismo en ocho de los diez canales de noticias, se quedan con el relato que construyen estos medios que defienden los intereses antagónicos a los pueblos originarios. Este último grupo es claramente el de mayor cantidad de gente, la que no pensará que la represión y el disciplinamiento son necesarios para aplicar el plan de ajuste (frase hecha pero cierta), sino que entenderá que «la RAM son un grupo de violentos que quieren ocupar ilegalmente las tierras que no les pertenecen y por eso lastimaron a un Gendarme con armas peligrosas». La tergiversación de la realidad es tan elocuente como efectiva, y así, el Gobierno logra lo que contábamos al principio. La indiferencia frente a temas tan importantes como la lucha por el territorio, que, vale aclarar, se viene manifestando hace un tiempo no menor en la Argentina.

Estamos viviendo una Democracia absolutamente debilitada, con las Fuerzas policiales totalmente desbocadas frente a cualquier hecho de protesta o reclamo de los sectores olvidados, esto, obviamente, es amparado por un Gobierno que, más que nunca, se muestra confiado en que a fuerzas de balazos, va a conseguir el objetivo de profundizar aún más la desigualdad en Argentina, produciendo más injusticias todavía y llevando a una gran parte de la población a la pobreza. La ceguera de aquellos «desinteresados» que mencionábamos antes es, también, un logro del oficialismo. ¿Cuantas veces se ha hablado de «despertar al pueblo dormido»? ¿Tendremos que tocar fondo para que esto suceda? ¿Cuánta sangre más se tiene que derramar para que realmente la sociedad toda le ponga un freno contundente a este Gobierno? ¿Tenemos que llegar a eso? Esperemos que no.

Alejo Spinosa

@AleLVP

 

La era de la violencia (II)

Si, otra vez, nuevamente vuelvo a escribir sobre el clima de violencia en el que está sumergida nuestra querida Argentina. Santiago Maldonado sigue sin aparecer, la justicia actúa a paso de tortuga, y la defensa de la ciudadanía hacia la Gendarmería da asco. Mientras tanto, en los benditos medios de comunicación, se reitera la idea de «la violencia» pero lo hacen acusando a los mapuches, que cortan calles con una gomera, o que, a lo sumo, tiran una piedra a algún que otro policía armado. Cuando uno hace zapping y navega por los medios dominantes encuentra un clima en donde se busca instalar la violencia política en nuestro país. La grieta puede ser mucho más que dos polos ideológicos, ahora buscan un enemigo, como lo hacen siempre. La primera fue Cristina, hace rato ya, pasan años y la siguen demonizando, este año tuvimos, primero el conflicto docente y luego el blanco fueron «las mafias laborales». Ahora les toca a los mapuches, y, ya que estamos, la metemos a Cristina, al Peronismo y a algún que otro que fue participe de estas operaciones mediáticas. Ojo, que esto no es cuestión de contarlo y nada más, lo que está pasando es grave. El verso de unir a los argentinos se terminó, ahora directamente utilizan el término «guerra» y se la atribuyen a los Mapuches, o para hacerlo más bélico, al RAM. La cadena nacional del odio tira una idea, se reproduce, se explica y luego se acusa. Así, de a poco, fueron construyendo este relato siniestro y maligno de «La guerrilla mapuche», o directamente, del «terrorismo Mapuche». La ensalada de conceptos y calificaciones, atribuidas a esta comunidad que viene luchando hace más de cien años por la recuperación de sus tierras, estuvo sujeta a duras y trágicas comparaciones como las del clima de violencia política que se vivió en la Argentina en los 70´. Y acá está el peligro, el miedo que quieren instalar en la sociedad para así controlar y neutralizar la manifestación popular, para luego imponer a la perfección su plan de ajuste y de profundización de la desigualdad. Peligro porque quienes preparan este relato son los que dicen estar buscando a Santiago, y son quienes dieron la orden de reprimir en Chubut. ¿Por qué no se me puede ocurrir que la ministra Bullrich, ex montonera, se remite a relativizar el genocidio de la Dictadura y reivindica el rol de las Fuerzas Armadas cuando dice que «ni los ángeles eran tan ángeles, ni los demonios tan demonios». Ya escuchamos esto, volver a discutirlo significa un retroceso gigantesco sobre todo con los avances ejemplares que la Argentina tuvo en materia de Derechos Humanos, y los que intentan ponerlo sobre la mesa son funcionarios públicos.

Poner el ojo en la víctima

Con la desaparición de Santiago surgieron muchas hipótesis, algunas desmentidas rápidamente y otras que fueron el sostén de Bullrich, Peña y Macri, como la del puestero herido, pero que también terminaron diluyéndose y ahora apuntan hacia un «gendarme suelto que se le fue la mano». Primero no hablaron del tema, pero, cuando este se hizo ineludible, pusieron el foco en Santiago Maldonado, en la víctima. ¿Que hacía cortando una ruta? ¿Por qué practicaba karate? ¿Por qué se tapaba la cara? Entonces, ¿me parece a mi o estos son eufemismos del «no te metas en política» o del «algo habrán hecho?. No hay nada más repugnante, malicioso y peligroso también, que poner el ojo y el quid de la cuestión en quien es la víctima, y encima, cuando esta víctima está desaparecida por el Estado Nacional. La justificación de la represión es lo peor que se puede hacer, ir a buscar el motivo de una desaparición forzada en un corte de ruta, o en unos piedrazos me parece de los más bajo y repulsivo de la ideología de gran parte de la sociedad. ¿Por que lo hacen? Porque saben que a la gente le gusta, no es errado pensar que dentro del electorado macrista encontramos férreos defensores de la violencia institucional. Son los mismos que anhelan «vivir en un país en paz, defendiendo la República y la libertad de expresión», siempre y cuando no haya tipos con caras tapadas y palos cortando la ruta, porque ellos, sin análisis ni estudios, sentencian que estos son mal vistos por el total de la sociedad, cuando en realidad esa es la imagen que venden los medios de comunicación. Ni una cosa ni la otra. Hay un nutrido grupo que no tolera este tipo de manifestaciones, pero también están quienes entienden y saben de que se trata estar pasándola mal y vivir con la impotencia de ser marginados sociales.

Violencia emocional

Mencionábamos antes a los «defensores de la paz y de la República», bien, estos no son precisamente el ejemplo más elocuente de que conocemos como paz. ¿Por qué? Por dos motivos. Primero porque inmediatamente los vemos y escuchamos en las movilizaciones oficialistas pidiendo a gritos e insultos por la prisión de políticos opositores, y luego también los observamos en Comodoro Py embanderados en consignas «democráticas» mientras acusan de asesina a CFK. El otro motivo es, claramente, el más importante. ¿De que paz me hablan cuando defienden y justifican el accionar de un Gobierno absolutamente excluyente y dañino para con los sectores populares y mayoritarios? ¿Eso no es violencia a caso? Sería ridículo pensar que no genere furia y tensión sufrir en carne propia las política más severas y feroces de este Gobierno. Decime si no es violento que te saquen las pensiones por discapacidad, o que te vengan tarifas monstruosas imposibles de pagar, o tener que salir a buscar trabajo luego de muchos años. Y, volviendo a lo que nos compete, explicame como pueden no violentarse los familiares de Santiago Maldonado que hace más de 40 días que sufren la incertidumbre (que palabra tan horrible y con tanta historia) de no saber que hicieron con él, ni a donde se lo llevaron. Y, lo que es peor aún, la perversidad y el cinismo de los funcionarios intentando desviar el tema y encubriendo permanente a la Gendarmería Nacional.

En fin, dejen de acusarnos de violentos, dejen de atacar al pueblo Mapuche, dejen de inventar una GUERRA, dejen de querer volver a las peores épocas, no cuestionen más el rol del Estado en la Dictadura, no operen para que haya sangre, no nos mientan más con el «cerrar la grieta», no la jueguen más de neutrales mientras hablan de «terrorismo mapuche, basta de acusar a la oposición de hacer un uso político de este hecho cuando el reclamo es generalizado. Dejen de mirar para otro lado, y busquen a Santiago, hay una familia detrás, hay un pueblo pidiendo su aparición

Santiago

Alejo Spinosa

@AleLVP

El horror de la incertidumbre

Cuando hablamos de incertidumbre en la coyuntura política de la Argentina, no estamos hablando precisamente de lo que puede venir «después de». Porque, en cuanto a reformas profundas, sabemos que el Gobierno apunta hacia una flexibilización laboral que intenta disfrazar con el nombre de «reforma» o de «aumentar la productividad», versos que ya escuchamos centenares de veces en los últimos años de la política argentina, y será cuestión de que la oposición en su conjunto frene esto primero en las urnas (acá si que no hablamos de oposición conjunta) y luego en el Congreso.

Ahora bien, y retomando el título de la nota, hablamos de «incertidumbre» por un hecho claro que se mezcla con un contexto absolutamente desfavorable y represivo para los organismos de Derechos Humanos y es, sin más presentaciones, la desaparición forzada de Santiago Maldonado. La no certeza de la familia y de la sociedad que reivindica las luchas por los DDHH es realmente preocupante. Ya sabíamos del desinterés y la relativización que intentaba imponer el Gobierno de Macri en relación a estas cuestiones, en las que Argentina se ha destacado y mucho en la última década. Pero ni nos imaginábamos que tendríamos que revivir las épocas mas oscuras y siniestras de nuestra historia. El grito de «aparición con vida» que se escuchó en la Plaza de Mayo nos lleva cuarenta años atrás, con un Gobierno que intenta imponer la idea de «lo nuevo», «la modernidad» y que el resto «atrasa». Ojo, a no confundirse, el Gobierno de Cambiemos no es una Dictadura, a Macri lo votó la mitad de la población. Distinto es que las prácticas que se ejecutan desde el Estado sean las mismas que se impusieron años atrás, desde lo económico y en este caso, desde la represión y la desaparición. De lo que no quedan dudas es de que a Santiago lo desapareció la Gendarmería Nacional, a la que la ministra de seguridad Patricia Bullrich defiende a capa y espada negando esta última acusación, incluso cuando todos los testigos de la causa coinciden en que la última imagen que se vio de Santiago fue la de él subido a una camioneta de las fuerzas de la Gendarmería Nacional.

Es paupérrimo y aberrante el papel del Gobierno y los medios oficialistas que intentan constantemente construir un enemigo y polarizar el escenario para defender su postura. En este caso fue con los mapuches, que vienen llevando a cabo un reclamo totalmente legítimo hace más de cien años y al que por haber adherido, Santiago fue desaparecido. Sabemos de que lado está Macri, sabemos que cuando hay un reclamo de los trabajadores ellos están del lado de la Patronal, sabemos que cuando hablamos de delitos de lesa humanidad ellos están del lado de los represores, que cuando nos referimos al fútbol ellos juegan para las empresas privadas, y ahora sabemos, también, que en los reclamos territoriales históricos de los Mapuches, ellos están del lado de Benetton, Lewis y otros tantos. Lo sabíamos ya, conocíamos la relación Lewis-Macri, ahora esto paso a la acción. ¿Entendemos todos la gravedad del asunto? ¿Entendemos que Santiago fue a solidarizarse con el reclamo? ¿Entendemos que el Estado Nacional vuelve a desaparecer personas como hace 41 años? Esta es la incertidumbre de la que hablamos. El juego de ellos siempre fue el mismo, instalar realidades, mentir básicamente. La «guerrilla mapuche», la aparición de Santiago en Entre Ríos, el supuesto cuerpo tirado en el río, son algunas de las falacias impunes que han descargado y vendido todos los actores que mencionábamos antes para evadir el tema y correr el foco. De esta manera invisibilizan el reclamo, se dedican a defenestrar a los Mapuches para que nos olvidemos de Santiago. Ni una cosa ni la otra. Los Mapuches luchan por lo que les pertenece y Santiago tiene que aparecer.

Y por último, quiero dejarles un mensaje a los ignorantes que retrucan con Julio Lopez (algunos se animan hasta con Nisman). ¿Donde estuvieron hace 13 años cuando él desapareció? ¿Estuvieron en la plaza repudiando el 2×1 para con, entre otros, Etchecolatz? ¿Los vi alguna vez en una marcha del 24 de marzo? ¿Alguna vez se les cayó un comentario, una mención al menos, con respecto al genocidio de hace 41 años?. No, claramente no. Entonces ahora, no vengan con la ética a hacerse los preocupados por el tema con el solo objetivo de ocultar y eludir otro. Y otra cosa, las situaciones son bien distintas. A Julio Lopez lo desaparecieron quienes estaban con Etchecolatz, el grupo nefasto de policías que en ese entonces había permanecido de la época más oscura, a los que el Gobierno de Nestor Kirchner repudiaba y en un contexto en donde la Justicia había sido inapelable estableciendo prisión perpetua para el genocida. En otras palabras. Julio Lopez perseguía los mismos objetivos que el Gobierno Nacional y su desaparición sirvió como amedrentamiento al resto de los testigos. A Santiago Maldonado lo desapareció el mismo Gobierno al que él le reclamaba (y no es de ahora la el reclamo de la comunidad Mapuche), y la Gendarmería del Estado Nacional. Es decir, de un lado tenemos una persona victima del Terrorismo de Estado que el Gobierno repudia y con el cual toma medidas, y del otro una persona que por acompañar una lucha es desaparecido. ¿Otra diferencia? Las intervenciones presidenciales. Fue inmediata la reacción directa de Nestor Kirchner hace treces años y la búsqueda del Gobierno, hoy, Macri, ni aparece.

Sin más, lo único que nos queda por decir es APARICIÓN CON VIDA DE SANTIAGO MALDONADO

Alejo Spinosa

@AleLVP

Bochorno técnico

Decir que lo que pasó ayer no tiene precedentes ya queda viejo, es obvio. Jamás vimos en la historia reciente de nuestra democracia una muestra tan clara del miedo a perder, y del saberse derrotado. Ya desde que el Gobierno salió al escenario pasadas las diez de la noche, cuando todos nos sorprendimos por el no anuncio de una victoria que en ese momento parecía clara, el panorama pintaba incierto. Con un escrutinio ultra-lento que solo se modificaba en diputados, llegaron los primeros anuncios de que Cristina no saldría hablar hasta que no haya una tendencia irreversible, imposible tenerla con ese 2% de escrutinio. La irreversibilidad nunca se dio, hoy, lunes, tenemos una paridad asombrosa, la incertidumbre se apodera de la realidad política Argentina y la grieta se agiganta cada vez más. Cambiemos manejó como nunca la selva mediática y se llevó todas las luces en el horario pico de rating, cuando las urnas todavía marcaban un 37-30 para el pobre candidato eclipsado por la figura de Vidal, Esteban Bullrich. Hasta allí todos estábamos decepcionados, viendo como, otra vez, la derecha mas repugnante de los últimos tiempos ratificaba su poder. Todos nos sentíamos derrotados, todos menos Cristina y los suyos, prevenidos de que esto ocurriría. El resto es historia conocida, la madrugada se hizo eterna y, mientras nos encontrábamos pegados a la tele festejando como un gol cada aumento mínimo de porcentaje de Unidad Ciudadana, la empresa que el Gobierno contrató (a escondida) cargaba los datos con una parsimonia irrisoria, pocas veces vista en la historia de las elecciones mundiales me animaría a decir. Poco antes de las 4 de la madrugada, Cristina salió a dar su discurso. Y, vale aclarar, fue la única candidata que se mostró en público cuando los resultados realmente mostraran la realidad, un empate técnico  con un conteo incompleto. Massa, quien cargó con una pésima elección felicitó al Gobierno, en Cambiemos se mostraron felices pero no dieron números, la capital fue motivo de festejo. Así las cosas, falta una parte mínima en los números, pero gigantesca en lo simbólico. Bochorno del Gobierno, falta de ética, falta de Democracia. El discurso oficial hoy se remite al «empate técnico», sabiéndose derrotados ya que los distritos que detuvieron su carga son casi todos favorables a la ex-Presidenta, esto no quita que haya sido una elección altamente dividida en dos y muy reñida. Sin embargo la manera en la que actuó el Gobierno es paupérrima, y, por más que lo quieran justificar con elecciones pasadas en donde el resultado se conocía casi a la misma hora, hay que aclarar que en estos casos la tendencia era irreversible y la carga de datos se daba de manera equitativa, no subiendo últimos los datos de la fuerza con más votos. Ahora sí, pasemos a analizar algunos resultados que se dieron ayer.

Capital Federal: Sin lugar a dudas, la derecha en la capital se mueve como pez en el agua. Carrió hizo una elección monstruosa y las dudas acerca de lo que llegó a hacer Lousteau en 2015 quedaron disipadas, tanto es así que el ex-ministro fue uno de los grandes derrotados de la jornada, cosechando un magro 13% que lo ubicó tercero. Filmus volvió a jugar en la city y sacó un aceptable 19% que se traslada a casi 22% si se suman los votos de Moreno e Itaí Hagman. En Capital no quedan dudas, y ahora encima, a Cambiemos, le aparece una nueva contrincante interna a la que muchos no quieren ni ver, porque saben que Carrió es capaz de cualquier cosa.

Córdoba: De la mano del ex árbitro Hector Baldassi, Cambiemos ratifica su poder en Córdoba y dejó en segundo lugar a un amargado Luis Schiaretti, quien se mostraba confiado en pelear un primer lugar al Gobierno, y fue noticia pero por la derrota del «Delasotismo» al que él representa y que esta vez llevó a Llaryora, su vicegobernador, como candidato. El Kirchnerismo, por su parte, presentó a Garro como alternativa, este cosechó un escaso 9% que buscará mejorar en octubre. En Córdoba no hay novedades, la provincia que le dio el triunfo a Macri en 2015 le sigue mostrando su apoyo, pese a las peleas con el Gobernador y a la mala situación económica.

Massa: Lo del Tigrense en la Provincia de Buenos Aires fue, por lo menos, sorpresivo. Su discurso «despolarizante» no tuvo peso y terminó maldiciendo la candidatura de Florencio Randazzo, que le comió varios votos (rápidamente podemos observar que, aproximadamente, la suma de ambos alcanza el 21% de Massa en 2015) y lo dejó con un pobrísimo 14%, muy lejos de pelear algún lugar en el senado. El «ni-ni» del ex jefe de gabinete terminó condenandolo y lo dejó eclipsado por la pelea entre Cambiemos y Unidad Ciudadana. Su alianza con Stolbizer no dio resultados y los votos peronistas se los llevó el Frente Cumplir. ¿Podrá en octubre sumar algunos porotos? Yo creo que no, de hecho veo más factible que el actual líder del Frente Renovador pierda todavía más votos a mano de alguno de los gigantes de arriba. Así las cosas, Massa pierde peso, la polarización se lo llevó puesto y la «ancha avenida del medio» fue más una expresión de deseo que una realidad.

La seguridad con la que ratificó el triunfo de Cambiemos en Provincia fue también motivo de críticas, dejándose llevar por sus mesas testigo, el candidato e 1País felicitó al Gobierno cuando solo se había escrutado el 20%.

Santa Fe: Parecido a la Provincia de Buenos Aires pero con resultados ya definitivos. Excepcional lo del «Chivo Rossi» que se puso al hombro una campaña difícil, y tuvo que lidiar con el lento recuento de los votos, que en un principio lo ubicaban segundo pero que, luego de la denuncia de la retención de los sufragios, lo llevó a estar arriba con el 27,88% frente al  27,12% que se llevó Cantard, del oficialismo. Vale aclarar, que el ex-ministro tuvo su interna que ganó frente a la ex- jueza en lo Penal de Rosario Alejandra Rodenas y al ex diputado provincial Pablo Di Bert.

Randazzo y Lousteau: Los dos grandes derrotados. El de Chivilcoy intentó la hazaña que sabía no iba a conseguir, se quedó atrás con casi el 6% y sus intendentes perdieron groso. El intento de renovación Peronista se mostró trunco frente al efecto polarizador que se comió también a Massa.
Por su parte, Lousteau, nunca se decidió si ser oficialista u opositor y la gente lo sacó de la cancha, el escaso porcentaje lo puso en un lugar muy inferior al del 2015 y con pocas chances tanto de crecimiento hacia octubre como de llegar a gobernar la ciudad en 2019.

Unidad Ciudadana dio el batacazo en Santa Fe, así como también lo dio Cambiemos en San Luis (primera elección que pierde el dúo Rodriguez Saa tras más de 32 años) y en La Pampa, donde ganó claramente al peronismo de Verna.

Por supuesto que estas recién son las PASO y de aquí a octubre pueden haber muchas modificaciones. Esta es la encuesta más real. Buenos Aires peleada, con una leve ventaja para CFK y con los resultados definitorios recién en quince días. Cambiemos ganando en 10 provincias más. Buena elección del Gobierno, pero tampoco hay que magnificarla tanto como se pretende desde los medios. El poder lo tienen y lo ratifican, pero no son invencibles.

Alejo Spinosa

@AleLVP

Provincia de Buenos Aires (provisorio).

PBA

Total país. Amarillo: Cambiemos, Verde: PJ, Azul; Kirchnerismo

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