Lula es más grande que Pelé

La historia está pasando delante nuestro, la historia grande de nuestra querida (y golpeada) Latinoamericana es escribe delante de nuestros ojos. La tensión que se vive en Brasil actualmente marca un quiebre del andar político de las tierras del sur. Lula resiste el golpe judicial que se inició con la destitución de Dilma hace poco menos de dos años y que culmina con su encarcelamiento, ya que se entregó, previo aviso en un discurso esta tarde, en San Pablo.  Pero si bien pareciera cerrarse el vergonzoso proceso judicial llevado adelante por el revanchista juez Sergio Moro (quien, sabemos, condenó sin pruebas a Lula), la lucha llevada adelante por el pueblo brasileño parecería ser un capítulo que difícilmente culmine aún con Lula preso. Y es esto último a lo que nos vamos a referir en esta nota, que busca, si se quiere, mirar la parte medio llena del vaso, sin medias tintas y sin titubear, marcando claramente de que lado estamos. Ya conocemos y repudiamos el accionar del poder judicial en este tiempo en Brasil (y en buena parte de nuestra región), pero lo que nos interesa destacar ahora es como Lula canalizó todo el odio que le impusieron los medios, la justicia y parte de la sociedad para fortalecerse en su «casa política», el Sindicato de Obreros Metalúrgicos de Sao bernardo do campo, el lugar que lo vio nacer como político, en donde fue detenido por la Dictadura en 1980 y de donde fue llevado hoy en andas tras haberse encontrado rodeado de miles de personas para entregarse a la policía, en una clara muestra de querer evitar el derramamiento de sangre. Moro quedó reducido a un juez servil al poder real, mientras que Lula sigue agigantando su figura, la cual quedará en la historia.

En Argentina el constante paralelismo que surge de lo ocurrido en Brasil es el de «Lula necesita un 17 de octubre», y así fue, Lula tuvo, en este caso, su 6 y 7 de abril. Porque no fue una, sino dos jornadas en donde la vigilia del pueblo se hizo presente en el sindicato de los metalúrgicos. El líder petista habló, como le gusta decir, a través de la gente. Lxs trabajadorxs, lxs negrxs  lxs estudiantxs y lxs pobrxs, todxs juntxs, parecerían haberle dicho a Mor «que lo vengan a buscar», luego de que cumpliera el plazo de las 17 horas dispuesto por el Juez. Y claro, la policía no quería cargar con las consecuencias que podría traer ir a buscar al gran protagonista en medio de una multitud dispuesta a resistir como sea. Lula esto lo sabía,y por eso tomó la decisión de permanecer en su lugar en el mundo. Su objetivo queda claro, no se iba a entregar solo, derrotado y con la cabeza gacha, había que mostrar el apoyo popular que él y el PT aún conservan, y que es el que le daría a Lula la presidencia de ser hoy las elecciones. La gente se hizo sentir al grito de «Lula guerrero, del pueblo brasilero» y es que no quedan dudas de que es así, porque no le perdonan que haya sacado a millones y millones de brasileños de la pobreza, que les haya permitido comer tres veces por día, que haya creado universidades un dirigente que no terminó ni siquiera la escuela primaria, que haya redistribuido la riqueza de la manera que lo hizo, esas son los «delitos» que cometió Lula. Si sabremos acá que enfrentar al poder tiene costos (al margen de errores propios), en Brasil la concentración mediático-judicial es mucho peor que aquí, y la polarización se siente aún más.

La fuerza del pueblo minimizó a todo el conglomerado del poder que se vio molesto por los años de gobiernos populares de centro-izquierda. Lula ya ganó (imposible no acordarse de Marga), ya mostró todo su capital político y no quedan dudas que el proceso judicial que él vive en la actualidad tiene como único objetivo sacarlo de la carrera electoral, y esto se verifica cuando el Juez Moro lo condena porque tiene la «convicción» de que Lula cometió hechos de corrupción. Una vez más, quedó demostrado que, ante la escasez de dirigentes capaz de mostrarse como alternativa en el PT, el que habló fue el pueblo, las calles ardieron y Lula ya no irá a la cárcel mirando al piso, sino que levantará el cuello y, erguido, se presentará ante quien sea que tenga que presentarse. El calor surge de abajo y la incertidumbre en la que vive Brasil se transforma, por un momento, en alegría y resistencia.

Algo de lo que no debemos olvidarnos es que, previo a la sentencia del Supremo tribunal de justicia, las Fuerzas armadas de Brasil hablaron de un «derramamiento de sangre» si Lula no iba preso. La ultraderecha fascista se hace presente y juega también un rol que, verdaderamente, da miedo. Y encima, se ve representada (aunque no con chances reales de triunfar, esperemos) por un ex-militar llamado Jair Bolsonaro, del cual preferimos omitir sus nefastas declaraciones. El escenario mundial se empieza a tornar cada vez más fascista, con la aparición de Trump, Le Pen (quien no llegó a triunfar) y la para nada despreciable cantidad de votos que sumó la derecha nazi en Alemania. En Brasil, ante la dificultad del establishment de encontrar un candidato liberal de centro-derecha la figura de Bolsonaro parece aglutinar una parte considerable de los votos de la oposición a Lula. El asesinato de Marielle Franco hace unas semanas ejemplifica como el marco se torna cada vez más violento en Latinoamérica y quizás por eso Lula haya desistido de aguantar como sea la embestida judicial, para evitar más violencia en un contexto violento. Pero claro, antes de presentarse a la policía había que mostrar todo el apoyo que aún conserva.

Lula será leyenda, Lula ya es leyenda. Probablemente no pueda ser candidato y tenga que designar a alguien de su confianza, tal como hizo con Dilma allá por el 2010, pero lo ocurrido en estas jornadas quedará en la historia de Latinoamericana y mundial. Ese «viejito tierno» que hace unos años era aplaudido por Clarín y felicitado por Obama, el cual lo elegía como «su Presidente», hoy es demonizado por el poder que antes lo aplaudía. Claro está, incomodar al poder se paga y como, pero ante esto, está la resistencia. Quizás suene exagerado decir que Brasil ya tiene su Perón, pero claro, nos gusta exagerar un poquito y aunque los manuales digan que hay que ser «sutiles» a la hora de emitir opiniones, en este contexto no podemos ser ni sutiles ni moderados (lease tibios). El momento nos obliga a plantar posición, tal cual se plantaron los miles de companheros ayer y hoy. Estamos de este lado de la grieta, del lado de Lula, de la resistencia, de la lucha y del lado que no nos deja bajar los brazos. ¿Quién dijo que todo está perdido?

Por todo esto y mucho más, Lula ya es gigante, Lula ya es más grande que Pelé.

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Alejo Spinosa

@AleLVP