Carta a Santiago Maldonado

A Santiago, donde quiera que estés:

Los motivos que me impulsan a escribir esta carta no son otros que la necesidad de expresarme y expulsar las sensaciones de tristeza, bronca e impotencia que siento dentro, además de comunicar, de hacer llegar este texto a quienes quieran leerlo, siempre con la mejor arma que tiene el ser humano. La palabra.

Hace dos meses que te estamos buscando Santiago. Digo «estamos» porque somos cientos de miles los que hemos alzado la voz, tu voz, pidiendo que aparezcas. Vos sos como yo, como mis amigos, como mi familia, como lxs trabajadorxs que fueron ayer a la plaza, como lxs militantxs de todas las agrupaciones que dijeron presente, sos como todos nosotros, sos uno más. Los relatos e historias que nos emocionaron, por parte de tu hermano Sergio, y tu presencia en aquél fatídico primero de agosto en Chubut ya nos hacen dar cuenta de tu grado de sensibilidad social, que a muchos en este país les falta y del interés en defender las luchas colectivas, los reclamos sociales, los derechos populares, que cada día estamos perdiendo, y el ejercicio diario de lo que nos constituye como pueblo, que es reclamar y visibilizar las injusticias sociales que se hacen presente día a día en este mundo. Seguramente esto te llevó a detestar el individualismo, y es por eso que fuiste a acompañar el más que justo y legítimo reclamo mapuche, sin ser parte de la comunidad. Hiciste Patria Santiago, y por eso te llevaron, porque ellos no toleran que hagamos Patria. Y lo más triste de todo esto, es que, a cualquiera que salga a levantar la voz de los que no tienen voz le puede pasar lo mismo que te tocó sufrir, a vos, y a tu familia.

No te puedo explicar Santiago, como han calado hondo las sentidas palabras de tu hermano Sergio. Por mi parte, el «te quiero ver» de aquella primera marcha del 11 de agosto me liquidó, la tranquilidad y entereza que tu hermano demuestra cada vez que lo vemos hablar es admirable, él también, es uno de nosotros. Ayer te escribió una carta, y por eso, sobre todo, es que me surgió redactar esto, porque lo vi a tu hermano, que escribe como escribís vos. Y vos escribís porque es una de las cosas más lindas de la vida, y te gusta escribir en papel y lápiz, porque no estás atado a la ferocidad y la falsedad de las redes sociales (o anti-sociales). La libertad que vos manifestás es fantástica, notable.  Libertad que tenías hasta el primero de agosto, cuando te cargaron en esa asquerosa e inmunda camioneta y tu familia no supo más de vos, y luego nosotros te conocimos, cuando ya estabas desaparecido. También te llevaron por ser libre Santiago. No se bancan la libertad del se humano, para ellos, la libertad está asociada al mercado, y a lo que te decía antes, el inmundo y repudiable individualismo.

Te quisieron hacer desaparecer, cuando ya estabas desaparecido. Pero vos estás apareciendo. En las plazas, los barrios, las calles, las banderas y, también, en las escuelas. Cuando les decían a lxs docentxs que hacían política con tu persona, ellos y nosotros, los estudiantes, les respondíamos «si, claro». Vos, ellos, nosotros, todos somos política, porque la sociedad todavía no comprende que es la política. Es mala palabra, y por eso, también, te desaparecieron, por hacer política. No se bancan la política, les jode, la detestan. Quieren hacernos creer el verso de «la apolítica», lo lamento, ustedes también son políticos. A todos, a los ciudadanos y los funcionarios. Sean un poco más políticos de lo que, inevitablemente, son.

Cuando te contaba que te quisieron hacer desaparecer no me puedo olvidar del trato desagradable e indignante de los medios hegemónicos de comunicación. Partiendo de la base de hablar de vos como «el caso Maldonado», así, a secas. Me pregunto. ¿Para que tenemos nombre? Vos sos Santiago, Santiago Maldonado. Como cuando en la escuela pasan lista y te llaman por el apellido, ¿y el nombre? ¿por que no decir nombre y apellido? La opinión aberrante de gran parte del periodismo argentino (si es que se le puede llamar periodismo) nos provocó una sensación de ocultamiento e invisibilización atroz. Primero con las ridículas e intolerantes pistas falsas, las que, estando tu familia de por medio, contienen una peligrosidad muy grande. La no verificación de la información, o aún peor, el invento de información no se pueden tolerar, y es por eso que salimos a las calles a contar lo que verdaderamente pasa, teniendo el respaldo de un grupo más que escaso de periodistas que sí se dedicaron a tratar el tema con seriedad. Pero, y eso es lo que más nos enorgullece, el respaldo más fuerte que hemos sentido estos dos meses es el de los infaltables y honrados Organismos de Derechos Humanos (Abuelas, madres, hijos, todos) que han sufrido esto y que, lamentablemente, tienen que volver a sufrirlo 41 años después. A ellos, los monstruos de la comunicación no le van a pegar, y a vos tampoco Santiago. Te vamos a defender siempre.

El último golpe emocional que recibimos fue la hermosa y sentida canción que realizó tu hermano Germán. El solo hecho de llamarte «Santi» nos llegó, nos tocó y nos quebró. A nosotros, a los insensibles y detestables gendarmes no hay nada que los conmueva. Yo me pregunto. ¿Como se puede seguir siendo Gendarme después de esto? Y me respondo con las palabras de Sergio: «Estoy convencido de que no existe la bondad en los efectivos, ni en los jefes que participaron de la represión en la comunidad mapuche: junto a ministros, jueces y fiscales solo cuidan sus intereses».

Espero haberte dicho todo Santiago, espero que alguien pueda leer esto, espero que aparezcas. Te esperamos Santiago. Te queremos ver.

Alejo Spinosa

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