El peligro de volver al desinterés constante

Hace un año, escribíamos en este mismo medio, sobre la «apolítica» y el poco interés de la «gente de a pie» por la política, el ya conocido «son todos lo mismo», «son todos chorros», que se instaló con fervor en los 90, hoy parece haber cambiado apenas un poco, tras doce años en donde la política estuvo presente teniendo al Estado como actor protagónico. Sin embargo, es muy bajo el porcentaje de ciudadanos que apunta a saber más de lo que le dicen los medios sobre la política, y se acuerdan de ella solo cuando hay que ir a votar. Obviamente que tenemos el grupo de los que si le damos importancia y creemos que es la única herramienta que puede transformar realmente a una sociedad, introduciendo cambios profundos y a largo plazo, en la otra vereda (si, al otro lado de la grieta) están los que muestran interés en la política pero que hacen de ellas un mar de denuncias y causas judiciales que solo pueden tener como referentes a personas como Carrió o Stolbizer. Estos últimos, suelen leer e informarse poco y recurrir sistemáticamente al medio con más alcance pero también con más mentiras, estamos hablando nada más y nada menos que del Grupo Clarín. ¿Que otras voces existen que refuten a Clarín? ¿De donde viene el encono de este grupo con ciertos sectores políticos? ¿Siempre se llevaron mal? ¿Tanto tiempo hay que darle al Gobierno? Estas y otras preguntas, básicas, son las que no les interesa hacerse para discutir y debatir realmente cual es el rol de los medios de comunicación hoy en día. Y, sabido es, que si una historia es falsa o no tiene ni un poco de contenido defendible, los «periodistas» de este medio se encargarán de repetirla hasta el hartazgo, haciendo que esta historia se convierta en verídica o que aquél que no está constantemente tratando de entender como funciona el sistema político argentino se la crea y piense que «porque lo dice Lanata» es cierto. Clarín defiende la «apolitica», a la vez que instala todo el tiempo la política de denuncias, la política judicial. Ya hemos hablado sobre como esto repercute en los actos electorales y, sobre todo, en la opinión de los sectores populares. Aunque esto último es casi intapable cuando sufren las medidas económicas que cada día toma el Gobierno, llega un momento que no hay cortina de humo que valga. Porque la gente no es tonta, sabe que hace dos años tenía para comprarle la leche a los pibes y hoy no.

El interés por la política en épocas de crisis

Todas las crisis de un país, sean del rubro que sean, tienen un contenido político y de eso no hay dudas. Y cuando hablamos de una crisis económica no hay otro responsable que el Gobierno y la manera que este tiene de administrar el Estado. Si en los 90 se llegó al «son todo lo mismo» ni hace falta preguntarse como recibió la Argentina la debacle del 2001 en términos de inclinación político-partidaria. Una sociedad cansada de que no haya un solo sector de la dirigencia que le pueda resolver los problemas que cada vez venían siendo más graves, se manifestó en las legislativas del 2001 y el resultado fue contundente. Más del 25% de los votantes en la Provincia se inclinaron por el voto en blanco o nulo, mientras que el 23% lo hizo en la Ciudad. Y, si nos dirigimos a la siguiente elección presidencial (luego de la cómica semana de los cinco Presidentes) observamos que ningún candidato pudo alcanzar el bajo techo del 25% de los votos. ¿Vamos camino a eso? ¿Vamos camino a la «costumbre y desazón total»? Quiero creer que no, y tengo motivos para ratificar mi posición. Desde el 2001 hasta aquí, hemos pasado por un cambio radical no solo en los manejos del Estado, sino también en la «seguridad institucional». Cuando Nestor Kirchner llegó al poder la pregunta era «¿Cuanto dura?», luego terminó siendo «¿Con cuanto ganaría una reelección?». Y así pasaron los Gobiernos Kirchneristas, casi con la seguridad de saber que ninguno iba a irse antes de tiempo. Más allá del intento destituyente en 2008 hacia CFK, luego en 2014 con el pago o no de los fondos buitres. El fogonear, desde los grupos poderosos, la idea de que Cristina no iba a terminar su mandato y la fortaleza con que ella se defendió marcaron un rumbo que hace que hoy, nuevamente con la ex Presidenta como protagonista, me sea difícil imaginar que se vuelva a aquellos porcentajes tan altos de votos en blanco. Sin subestimar a ningún otro candidato opositor, pero creo que hoy no existe otro dirigente que garantice esta seguridad y ese convencimiento que trae Cristina, el de saber que un triunfo de su fuerza puede realmente cambiar, parcialmente, el rumbo del país. Y, a las pruebas me remito, no existe día en el que no haya intentos de los sectores judiciales y mediáticos por tratar de que esa líder popular que hoy tiene toda esa gente atrás (que, obviamente no alcanzan ni por asomo para ganar una elección) vaya presa.

En este mes previo a las PASO, la Argentina será un ir y venir de causas judiciales y denuncias. Mientras, intentando de que no te enteres, el Gobierno apunta hacia una reforma laboral post-elecciones, el ARSAT te lo venden a Estados Unidos, el dolar no para de subir, el desempleo se hace cada vez más notorio y a los jubilados le sacan todo. Votá a quien quieras, pero pensá seriamente en lo que ganaste y perdiste con este Gobierno. Apagá un segundo la tele y tratá de entender que no da lo mismo, que no son todos iguales, que la apolítica conduce al desastre, que con ellas se benefician los mismos de siempre y que si no hay un Gobierno que se encargue de tener un Estado para todos difícilmente tengamos una Argentina justa e igualitaria.

Alejo Spinosa

@AleLVP

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